El Tabal / ¡Jéu!

Datos de Interés.

Ubicación: Izalco.
Datación: Siglo XVIII.
Fiesta: 24 de diciembre.

No existe a lo ancho del territorio salvadoreño ninguna otra expresión cultural como ésta, muy propia de los izalcos. Durante el Tabal o ¡Jéu!, el indígena saca a flote su inspiración y canta. Hay que señalar que el período desde el 24 de diciembre hasta el 6 de enero coincide con el calendario tolteca donde se hacían las festividades a tláloc conocidas como “el bajamiento del agua”. Al presenciar el Tabal o ¡¡Jéu!, fácilmente se encuentra analogías con las ceremonias de nuestros antepasados. Cita Sahagún: “Las multitudes lanzaban un tétrico alarido al tirar en las aguas a las víctimas destinadas como ofrendas en los rituales de aquellas ceremonias para conseguir la gracia que pedían al dios Tláloc, de mandarles las lluvias benefactoras para obtener buenas cosechas”.

En el trasfondo constituye entonces un ceremonial dedicado a tláloc –deidad actualmente sustituida por la figura europeo-cristiana del Niño Dios- y en el que se pretende pedirle las tan necesarias lluvias para propiciar la cosecha del maíz. Con anticipación a la Pascua, los izalcos buscan el árbol de garrucha; cortan sus ramas y prefieren las que ofrecen la mayor cantidad de “manos” -a ciertos intervalos de sus ramas, nacen otras más pequeñas de su tallo central, en las más idóneas en número de 5-. A estas ramitas o dedos, las cortan de 10 a 15 cm. Las descortezan y ponen a secar al sol para que adquieran un color blanquecino. Luego, las adornan con cintas de papel lustre de distintos colores, entrelazadas circularmente; con criterio seleccionan las mejores mazorcas y las insertan en cada uno de los dedos de la mano que forman “la garrucha”. El maíz seleccionado es de distintos tipos: negro, amarillo y overo –blanco y negro-, según la cosecha que se ha de esperar. La idea primordial, es que estas semillas sirvan de ofrenda al Niño Dios y que se usen en las Cofradías donde la garrucha será obsequiada ya que, al considerarse sagradas, con ellas se pide el agua buena y a la vez la bendición de las semillas que serán las que propiciarán el sustento diario.

Narraba el recordado José Felipe Pilía Chile anciano del Común de Izalco que, el 24 de diciembre El Tabal que acompañaba a la procesión salía de la cofradía de La Virgen de Belén y terminaba frente al Templo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y luego se procedía a llevar las garruchas a las distintas Cofradías. Y agregaba que eran 4 las “Cofradías garrucheras”: Santa Rosa de Lima, Virgen de los Remedios, Virgen de Agosto que sumadas a la de la Virgen de Belén, hacían esa cifra. Según sus relatos, a la procesión iba en Niño Dios de Belén, San José y la Virgen. La actividad era acompañada por el pito y el tambor y la infaltable zambumba; todos los acompañantes portaban una garrucha y cuando el cantador terminaba una bomba, todos cantaban al unísono: ¡Jéu!; este canto en coro es al que se conoce como Tabal. Cada una de estas Cofradías llevaba su propio cantador y se alternaban según fuera el orden establecido. Ingresaban a la Iglesia y presenciaban la Misa del Gallo –conocida por los izalcos como “el rezado”-; luego, salían con las Imágenes a las casas de habitación de los Cofrades de la Virgen de Belén, a quienes les entregaban una garrucha respectivamente.

Esto se hacía para “dar cumplimiento” como era “el costumbre” y no finalizaba hasta alcanzar al 100 por ciento, la visita de todas las casas. Los otros 3 grupos, iban a los hogares de sus respectivos Cofrades con la misma idea. Antes de hacer la respectiva repartición, realizaban una especie de ceremonia que consistía en cantar el ¡Jéu! en la puerta de la cofradía, con un saludo especial. A esta actividad se le conocía como “botar los palos”. Recibida la garrucha, los Mayordomos procedían a colocarlas en la entrada de la cofradía. Las visitas en la mayoría de los casos requerían muchas horas al punto que “se amanecía” entregándolas. Narran algunos investigadores que, en tiempos de principios de la Colonia, los Izalcos se reunían en un lugar secreto para celebrar un ritual que duraba varios días considerados sagrados; ambientando con la quema de copal, prendían una mecha de sebo a su “Imagen”, hacían oraciones mientras desgranaban las mazorcas que se les había entregado el 24 de diciembre. Este maíz lo cubrían y lo escondían, para que “no lo tocara ninguna falda de mujer” ya que creían que, si eso pasaba, las milpas no serían fuertes y, por lo tanto, las cosechas serían malas. Los primeros días de febrero se iniciaban las siembras. Actualmente los miembros del Común dicen no saber sobre este tipo de ceremonias.

Con el transcurso del tiempo, el ¡Jéu! comenzó a aparecer ya con menos misticismo e incluso llegó a tomar parte de las actividades del resto de Niños Dioses que actualmente son entronizados, incluso en los Tronos ladinos, perdiéndose su originalidad. En la costumbre actual, cayendo la tarde salen el 24 de diciembre dos grupos de garrucheros: uno, parte de la casa-templo sede de la Alcaldía del Común y el otro de la cofradía de la Virgen de Belén tomando distintos rumbos; el grupo presidido por el Alcalde del Común se dirige hacia el Templo Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, para recibir la bendición de las garruchas y luego proceder a visitar las Mesas Altares según su agenda; el otro grupo inicia directamente la visita. Hay que recalcar que ambos bandos también visitan hogares de izalqueños afines a la comunidad indígena que, durante el año apoyan en diversas actividades propias del Común de Izalco. Todavía hoy, algunos izalqueños recuerdan a Silvestre Siguachi Cumi quien en vida fuera Alcalde del Común y muy buen “cantador” del Tabal. También en nuestros días se recuerda a los “cantadores” Isidoro Andrés Culina, aprendiz de Silvestre Siguachi y a José Felipe Pilía ancianos del Común que nos deleitaron con su canto en los últimos años.

Cabe decir, que estas estrofas realmente “salen de la inspiración del cantador” quien curiosamente no sabe leer o escribir en la mayoría de los casos; las aprenden de memoria y al ejecutarlas pueden construirlas al momento de algún acontecimiento que propicie la bomba. Así, le puede cantar al Alcalde del Común mismo, a alguna autoridad o personaje conocido de la comunidad.

Escuche el ¡Jéu! -Orgullo de los Izalcos-.

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