Cofradía del Niño Pepe / Niño Dios de las Tortugas

Datos de Interés.

Ubicación: Barrio Santa Cruz.
Mayordomo: Miguel Angel Chinque.
Datación: Siglo XVII.
Imágenes Anexas: Ninguna.
Fiesta: Del 23 de diciembre al 7 de enero.

Narra la tradición oral que, tras el inolvidable terremoto de Santa Marta hacia 1773 y que dejara totalmente destruido el antiguo Templo Parroquial consagrado a Nuestra Señora de la Asunción, fue necesario rescatar las imágenes que habían logrado salvarse de la ruina. Dicho templo contaba con mucha imaginería contando el infaltable “Misterio” o “Sagrada Familia”. El terremoto dañó las efigies de San José y María, quedando solamente a salvo la figura del Niño Dios. Por decisiones de la curia en ese tiempo, se tomó a bien que las imágenes que habían podido salvarse de la tragedia, fueran llevadas a las casas de los lugareños mientras era construido el nuevo templo. Al ser erigido, resultó ser que las imágenes no fueron devueltas quedando en manos de los lugareños quienes, a esas alturas, tenían ya bien cimentadas las respectivas Cofradías de las efigies ahora en su poder. Para el caso de nuestro citado Niño, ocurrió que los izalcos erigieron una cofradía para su culto y devoción. Relatan los ancianos que esta Mesa Altar anduvo errante por el barrio de San Sebastián y que también estuvo anexa a las Cofradías de Santa Lucía, Justo Juez por último a la de San Gregorio Magno; actualmente goza de cofradía propia. La historia recuerda a Gonzalo Musto, Macedonio Pinte, Ana Morón de Musto como Mayordomos de esta Mesa Altar.

Volviendo a nuestra historia, diremos que nunca se repusieron las figuras de San José y la Virgen, quedando consecuentemente huérfano. Debido a esta circunstancia, los izalqueños lo comenzaron a llamar: “pepe”. Siendo este término el utilizado en Izalco para referirse a todo aquél, que ha perdido a sus padres por cualquier circunstancia. Nuestros abuelos en su caso le llamaban Ne Cúnet Pepe significando en nuestro idioma nativo “El Niño Huérfano”. Pero lo importante y singular en torno a Él no llega hasta ahí, ya que su misticismo va mucho más allá de su autóctono y folclórico nombre. Aseguran los más ancianos del pueblo que “el Niño Pepe, es muy milagroso, especialmente con las enfermedades de los cipotes”. Con respecto a esto, es posible constatar el agradecimiento de muchos padres que tras petición hecha al “Pepe”, vieron sanar a sus hijos de alguna enfermedad grave. Y como agradecimiento y compromiso con la Imagen son estos niños, los que se encargan de realizar la “demanda”, para reunir los fondos que servirán para sufragar los gastos de la fiesta en honor a Él. Y acá, florece otro elemento sincrético único a nivel nacional:

Para la “demanda” del Niño Pepe -realizada 3 veces previa fiesta de la Navidad-, estos niños han de portar sendos carapachos de tortuga a la altura de su cintura; los han teñido de achiote y los golpean con palillos de árbol colorado, untados en la punta con hule crudo. Esto produce un sonido muy singular y encierra el misticismo en cuestión. Llevan al Niño por las calles del pueblo, sonando los carapachos ganando así la infante efigie de Cristo, el apelativo de “Niño Dios de las Tortugas”. Se ha relacionado este hecho en que tanto las tortugas, peces, cangrejos, sapos, ranas y afines, son seres sagrados para los izalcos; estas criaturas ayudan a Tláloc a propiciar las lluvias, distribuir el agua de los ríos y manantiales para proveer las buenas cosechas y, por ende, alimentar a los hombres. El Niño para este caso, representa un dios ayudante de Tláloc.

Otros ancianos del pueblo asocian la “demanda” de este místico Niño, a la leyenda que asegura que la efigie fue encontrada “bajo un árbol de morro, rodeado de muchas tortugas al pie del Río Shutiac”. El “Niño Dios de las Tortugas” es llevado en su aposento, que más que una cuna es una cueva que, en definitiva, también tiene relación directa con la cosmovisión de los izalcos. Mario Masin Payés Ex-Alcalde del Común opinaba que el significado de las tortugas del Niño Pepe es que, en diciembre, nuestros ancestros rendían culto al dios del maíz y que una de las ceremonias muy especiales, consistía en pedirle por las buenas cosechas y las abundantes lluvias. "Para la Comunidad Indígena, el Niño Pepe, representa al Niño Dios del maíz". Agregaba que la cuna o cueva, de igual manera, para los izalcos vendría a representar, la entrada a la cueva del místico Cerro del Julupe -ver artículo de la Santísima Trinidad - Padre Eterno, para más detalles-. “Por eso, es que el Niño Dios del maíz ha de ser paseado dentro de ella, como símbolo de que Él tiene acceso al paraíso terrenal”.

Luce su corona colonial de plata con sus 3 Potencias, lo que implica la aportación cristiana para dejar en claro, que Él es la Imagen de Cristo-Niño descartando cualquier otra interpretación que los izalcos pretendan hacer de Él. Pero por su parte, los izalcos le colocan en su manita izquierda o derecha, un pequeño tambor indígena, instrumento que previa conquista, sirviera en los rituales a sus dioses y el “chin chín” de tecomate respectivo como muestra de resistencia cultural. Cosa aún en nuestros días constatable, es que al momento de transitar la “demanda” por las calles de Izalco acompañada de pito y tambor, los lugareños abren la puerta de su casa para recibirlo: se acercan, se santiguan, lo tocan y le hablan, tras darle la respectiva limosna. Previa fiesta, la cofradía reparte los respectivos atributos. La efigie es sujeta de mucha devoción, al punto que cada año estrena “vestido” nuevo, agrega su actual Mayordomo. Ya el 20 de diciembre la Imagen es visitada en su tradicional “Nacimiento” construido en la sede de su cofradía y que ha sido generosamente donado por un devoto. Al frente del lugar de veneración, ha de construirse la “ramada” de rigor, techo centenario adornado con banderitas de papel china, donde el pueblo vive la fiesta. Chocolate, café, pan de bollo y tamales serán el deleite de los lugareños. Durante estos días, la Imagen visita algunos hogares donde es solicitada con el fin de realizarse un rezo con vecinos invitados.

También se pasea por algunas calles, con el objetivo que sus devotos “lo chineen” recibiendo así su santa bendición. El 24 hay mucha concurrencia y el 25 es llevado a Misa de la mañana al Templo Parroquial de Nuestra Señora de los Dolores. Muy singular es la estampa que ofrece la tradición izalqueña, ya que al terminar la Eucaristía serán sus devotos quienes han de pasearlo en brazos hasta llegar de nuevo a su sede. El “Nacimiento” se quita hasta el 8 de enero de acuerdo “al costumbre”. Llegado el 5 de enero, se celebra la víspera de su fiesta y a la vez se vela el Trono que se ha comenzado a construir el día 26, en el que será consagrado como Rey. La tradición del Trono se debe al no olvidado Ricardo Calvo quien personalmente se encargó de construirlo por muchos años. Este día tradicionalmente se sacrifica un novillo con el que se hace sopa para ofrecer almuerzo a todos los visitantes; el animal es donado generosamente por la familia izalqueña Velado Salaverría desde hace mucho tiempo, por mandato dado del recordado Mauricio Velado, fiel devoto que cumplía año con año, la devoción heredada de su abuela.

En torno a esto último, es importante saber que la tradición de la familia Velado es que al nacer un novillo acercándose la fiesta, por orden dada, los mozos de su propiedad han de nombrar como “pepe” al animal que será ofrendado y sacrificado. Este día 7, es llevado a la sede de la cofradía “adornado de flores” y recibido con marimba de arco y muchos cohetes para dar cumplimiento a la tradición. El 6 de enero las cofrades conducen a “santo niño huérfano”, a la casa del donante del Jardín donde se le prepara para “el paseo” en horas de la noche hacia “La Ceibita”, ubicada en el barrio de La Santa Cruz, donde el pueblo espera el momento de la entronización. Esta procesión nocturna que lo conducirá a su Trono deberá ir encabezada por el “Tabal” o “Jéu” -consultar escrito al respecto para un detalle completo-. Llegado a su Trono, la pólvora avisa que el Rey ha sido entronizado y el pueblo que en otros tiempos notoriamente en su mayoría era de descendencia prominentemente indígena, presencia y contempla a su “Niño Dios de las Tortugas”. Es una noche de mucha fiesta en Izalco. En los últimos años, se colocan juegos mecánicos a un costado del trono para el disfrute de los más pequeños. En los alrededores, la estampa infaltable de las comidas locales, sobresaliendo las ventas de “ponche y nuégados”, que constituyen un tesoro culinario patrimonial único a nivel nacional. Aparecen los “toritos pintos” en medio de la algarabía de un 6 de enero típico del pueblo. El día 7, se repiten las actividades para clausurar de esta manera las fiestas de esta Mesa Altar izalqueña.

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