Memorias del Santo Entierro

Datos de Interés.

Ubicación: Izalco.
Datación: Siglo XX.
Fiesta: Viernes Santo.

La Hermandad del Santo Entierro de Cristo, es la más antigua de Izalco. Desde sus orígenes, siempre fue de corte ladino y según relata la historia, sus actividades de Viernes Santo se realizaban con los enseres e imaginería que en un momento tuviera la extinta cofradía ladina de Nuestra Señora de los Dolores. Luego, la HSE pasó a control de la Parroquia ladina del mismo nombre y fue hasta entonces, que recibió del legendario y generoso donante, la Imagen del ahora Consagrado Señor del Descendimiento; ya a mediados del siglo pasado, se incorporó bajo su tutela el resto de la Imaginería colonial propiedad de la familia Barrientos. Sus actividades de Semana Santa desde luego, han cambiado mucho. Lamentablemente, al igual que el resto de Las hermandades izalqueñas, esta no posee documentación histórica oficial; lo más que sabemos, es producto de la memoria colectiva ya bastante imprecisa de los izalqueños. Este Artículo precisamente, intenta rescatar parte de esa memoria histórica y para ello, se recoge el testimonio de viva voz de un Socio con reconocida trayectoria en el quehacer devocional de ella, llegando a ocupar el digno cargo de Presidente en los años noventa del siglo pasado.

Rafael Alfredo Méndez Juárez, ingresó a la Hermandad cuando apenas tenía 16 años. Refería que en aquellos tiempos, el célebre Padre Castillo prácticamente era el encargado de la Hermandad como tal: "El Padre Castillo era quien decidía todo, no había Junta Directiva, con el tiempo, Joaquín Leonor comenzó a ayudarle de manera oficial y como la Hermandad iba creciendo, se decidió hacer la primera Directiva y fue Joaquín su primer Presidente, pero el Padre continuó siendo el Presidente Espiritual y nunca se tomaban decisiones sin su aprobación". Según recuerda, la vestimenta actual poco difiere con la de aquellos días, a excepción de la cuerda o cíngulo y los guantes blancos que se comenzaron a utilizar hasta hace poco; relataba que cuando él se iniciaba dentro de la Hermandad, los cargadores de la Santa Urna únicamente se cubrían el rostro al momento de la salida de la procesión y que se mantenían así, solamente por el lapso de una cuadra y que luego, proseguían su peregrinaje ya con el rostro descubierto. En cuanto a este detalle de cubrirse el rostro: "Lo hacemos por vergüenza de haber matado a Cristo". Igual respuesta que oímos del pueblo al hacerle el mismo cuestionamiento, aunque esto realmente responde a la “penitencia anónima” que se practica en España y que fuera traída a nosotros. Sobre el antiguo recorrido del Santo Entierro:

"Antes, la Procesión no era tan larga; salíamos a las 5 de la tarde y tomábamos la calle del cementerio; al llegar a la esquina de Don Juan Martínez, cruzábamos rumbo al mercado y nos íbamos recto pasando por la Alcaldía, a bajar la cuesta después del parque, o sea toda la 1ª Avenida Norte y parte de la Sur, para doblar hacia el oriente, buscando la esquina de "Pénjamo"; al llegar a la esquina del Pasaje Asunción, subíamos hasta llegar a la Escuela Salomón y pasábamos frente al Campanario e Iglesia de "allá abajo"; llegábamos hasta donde el finado Lalo Vega y bajábamos hasta donde está ahora el Centro Judicial; cruzábamos rumbo Norte por toda la 2ª Avenida hasta la Farmacia Santa Isabel, para luego ingresar de nuevo a la Iglesia".

Aseguraba que la hora de llegada de la procesión no estaba determinada, ya que dependía mucho del tiempo que no se tenía previsto para detenciones de la Santa Urna y además muy importante destacar, era que los cargadores no hacían fila, sino que una vez cargaban se retiraban y calculaban dónde les correspondería volver a cargar para reincorporarse. Sí había "ternos", pero no estaban obligados a permanecer en el Cortejo haciendo la respectiva valla como ahora. Recordaba muy bien, cómo en esos tiempos previa procesión, había una comisión de Socios que se encargaba de ir a traer prestada, la Imagen de la Santísima Virgen de la Soledad, a la casa de habitación de su legítima dueña, la recordada Doña Octavia Valdez, con quien se comprometían a devolverla, luego de la procesión del Sábado de Gloria. Méndez recordaba sobre las vestimentas del Consagrado Señor del Descendimiento y contaba que por acuerdo de la Hermandad, nunca sus túnicas han de cubrirle los pies, porque debe mostrarse al pueblo el daño severo que le dejaron los clavos al momento del Sacrificio. Agregaba que siempre sus ropajes han sido blancos semitransparentes, nunca de otro color y que hasta hoy la Hermandad no se ha visto en la necesidad de comprar una túnica, ya que "sobran" devotos que desean hacer la donación, al punto que se anotan hasta con 5 años de anticipación. La procesión del Santo Entierro de Cristo se ha ido enriqueciendo al incorporarse nuevos elementos; anotaba que el grupo de niñas que actualmente van al frente de la procesión portando los Estandartes de las "Siete Palabras", no existía antes; las Señoras de la Guardia del Santísimo, iniciaron la idea y eran ellas sus encargadas; hoy, una comisión que se encarga de esto.

El actual Estandarte de la Hermandad no es el que originariamente se utilizaba; históricamente ha habido 3 Estandartes, 2 de los cuales parecer ser por su desuso se extraviaron. El actual, fue elaborado por “Candita” Torres. A mediados de los años 60, nace la idea de mandar hacer un distintivo oficial para el Socio que ocupara el cargo de Presidente de la Hermandad, al momento de salir en Procesión el Viernes Santo. La idea se concretizó mandando hacer una medalla de plata con un orfebre experto de Sonsonate la que, colgando elegantemente sobre el pecho de su portador, hasta la fecha lo identifica como la máxima autoridad de la Hermandad. Ya a principios de los años 70, narraba que él tuvo la dicha de formar parte de la comisión encabezada por el recordado Luis Noyola, que se encargó de mandar hacer a Santa Tecla, en el taller de Raúl Chacón, la actual Urna. La idea nació de un percance sucedido a un Socio que por llegar tarde a la cita un Viernes Santo, se quedó sin terno; el caso era que empezó a crecer de forma significativa el número de Socios y la antigua Urna era muy pequeña. Ante esto "había que lograr el puesto". Pero llegó un tiempo en el que definitivamente, había que dar el paso y fue así como con un grupo de izalqueños entusiastas le dio vida a la idea. En este último dato hay discrepancia, ya que otros Socios aseguran que la idea nació porque la Urna anterior que era más pequeña, se echó a perder debido a que le aplicaron pintura sobre la madera de caoba que le daba su original belleza.

Recordaba que todos los miembros de la comisión salían a pedir limosnas por las calles del pueblo, al mercado y las tiendas, incluso hasta recibían ayuda de izalqueños no católicos; cuando la obra iba avanzando, mostraban fotografías del avance del mueble y así aseguraban a los generosos donantes que el dinero efectivamente se estaba empleando para lo que se les decía; también para lograr la meta, hacían otras actividades como bailes, ventas de comida y rifas. En un año, la obra fue terminada. Muy entusiasmado, aún recordaba los hechos que sucedieron el día en el que el mueble fue traído al pueblo desde Santa Tecla: "Ese día madrugamos, alquilamos dos camiones para traer las piezas por separado... en la salida de Santa Tecla, pasamos por una báscula y pesamos los camiones... al llegar al pueblo, nos detuvimos justo en el desvío... casi todo el pueblo nos esperaba... ahí mismo, bajamos el mueble y lo llevamos en hombros por toda la calle principal, parecía procesión de Viernes Santo, hasta cohetes se reventaban, un día que jamás olvidaré". Agregaba que fue frente al Templo Parroquial de Dolores donde la ensamblaron con todo el júbilo del pueblo.

Así una pequeña porción de todo el tesoro histórico de esta Hermandad de Pasión que forma parte del corazón devoto de los izalqueños.